No siempre todo va bien y necesitamos evadirnos. Una vez leí que huir siempre esconde una razón, puede que esa razón sea la de salvarte, lo hacemos de forma voluntaria. Sálvate de lo que te hace daño porque sino vivirás siempre con ello dentro.
Muchas veces he huido porque no podía gestionar los acontecimientos que estaban por venir. Huía al rincón de mi habitación, a la casa de una amiga, a los brazos de alguien, incluso a otro país.
Delia Laura Rodríguez
La mayoría de veces huimos por miedo a lo que en un principio nos hacía felices, o incluso en busca de un destino. Escapamos de la vida, de la rutina que hemos forjado, la cual no sentimos nuestra. Buscamos un destino, algo que nos complete. Muchas veces es ese vacío existencial que dejan las personas las que te lleva a pensar «Necesito irme de aquí y vivir cosas nuevas». La esperanza es esa sensación que va contigo de la mano y que te ayuda a huir de todo eso, de lo malo que sientes. Te ayuda ver que tu destino no es estar encerrado en una cárcel, sino que hay algo más allá, algo nuevo y diferente del que aprender.
Podemos estar encerrados en muchos sitios: un trabajo, una relación, una rutina, hasta en nuestros propios pensamientos. Sentirse atado, oprimido, presionado, no sentirse tú mismo puede llegar a ser una de las peores cosas que existen en el mundo. Ser nada más que un objeto de algo o de alguien rebaja tu propia existencia humana, el derecho a ser libre y ser cómo tú quieres ser. Y lo primero que debería ser una persona es libre, ser un pájaro libre que vuela sin rumbo alguno o bien el rumbo que él mismo decide. Volar sin preocupaciones, sin reparos, sin dudas. Volar solo o acompañado por alguien que no le coja las alas. Volar sin parar porque puede que nunca más pueda hacerlo.
Nunca es malo hablar de huir porque es sinónimo de liberación, por lo que muchas personas luchan. No es malo hablar de la liberación, porque es la mejor sensación que una persona puede sentir en su vida. Un momento en el que te sientes a gusto contigo y los demás porque no sientes presión alguna que te haga estallar por dentro.
Reflexiona
¿Alguna vez te has sentido pequeño, sin poder alguno en tus decisiones y en ti, con una presión en el pecho que pensaste que nunca saldría? Piensa en lugares dónde esa presión disminuye, piensa algún sitio nuevo que te gustaría visitar. Si se apoderan las ganas de ir, ve. Corre, mira vuelos, haz las maletas y huye, la presión del pecho desaparecerá en el momento en el que pises ese nuevo sitio. Será en ese preciso momento cuando debes dejar atrás lo demás para concentrarte en lo que está por venir. No sé a que estás esperando.
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