Hay mujeres y hombres, buenos y malos. Pero lo que de verdad hay en este mundo, si así se le puede llamar, son personas. Personas con humanidad, aunque ahora de eso hay poco. Mejor dicho, personas que deberían tener humanidad.
Historia de una mujer que podrías ser tú
Esta es la historia de una mujer que no volvió a ser ella misma. Una mujer que salió y no volvió. La historia de una persona que solo por ser mujer sintió un nudo en la garganta que no le dejaba hablar.
Decides salir a dar una vuelta, abres la puerta de tu casa. Llevas un rato caminando dirección al metro, tus amigos te esperan en el centro de Madrid. Lo único que no sabes es que ese pantalón corto va a hacer sentirte como alguien insignificante.
Tan solo pisar la calle y ya estás abierta al peligro, no sabes por dónde vendrá. Tan solo cruzar una calle y ya se han girado siete tíos con esa repugnante mirada llena de lujuria. La sensación que sientes es de vulnerabilidad. Sientes como todo tu ser quisiera cubrirse con una capa de invisibilidad y hacer como que no has estado ahí.
¿Por qué no puedo pasear tranquilamente con mi pantalón corto o con mi top? Nos lo preguntamos muchas veces, sigue sin ser respondida y lo que es peor es que nos la tengamos que hacer. ¿Podemos hablar de justicia? No lo creo, porque sigue existiendo esa mirada que te hace sentir que no eres nadie, tan solo un objeto al que mirar.
A pesar de ello, tú sigues caminando. Llegas al metro, un lugar que pensabas que sería como el famoso «casa» del pilla pilla pero no es así. En cualquier lugar o momento puedes estar notando como un hombre de 40 años te graba sin razón alguna.
Te paralizas y no sabes qué hacer, solo te sientes aterrorizada de qué pasará a continuación: ¿se acercará?, ¿te tocará?, ¿irá detrás tuya? Miles de preguntas y tan poco tiempo hacen que tu cuerpo se pare, no se mueva. Mientras tanto el hombre goza en su fantasía de grabarte cuanto quiere.
Llega tu parada. Te bajas corriendo pensando si seguirá ese hombre detrás de ti. Esa agonía te hace sentir el pecho agitado, como si te quedaras sin aire. Miras alrededor y no ocurre nada, solo ves la gente inmersa en sus propios problemas pasando por tu lado. Otra vez, vuelves a mirar hacia delante, aquí no ha pasado nada hoy te espera una noche de fiesta y diversión.
Toda la noche en un concierto con tus amigos gritando y saltando, esa noche decides no beber, no te apetece. Ya es tarde y todos deciden volver a casa. Te vas con tus amigos en coche, en tu cabeza vuelvan las imágenes del metro y no quieres que vuelva a pasar.
Tan solo sentarte en el coche y que el borracho de al lado, amigo de tus amigos, empiece a tocarte la rodilla sin motivo alguno. Empieza a subir la mano y pensar tan solo en saltar del coche en marcha. Pero tu cabeza no reacciona, nunca te ibas a esperar que estarías en esa situación, ¿ahora qué hago? Lo único que haces es quedarte quieta y esperar, porque nunca sabes cómo vas a reaccionar hasta que te pasa. Esperar a que se vaya, esperar a que acabe.
Ese día llegas a casa y no sabes quién eres y qué haces en este mundo. Tu cabeza se llena de porqués: ¿por qué a mí?, ¿por qué hoy?, ¿por qué pasa?… ¿Por qué? Nadie lo sabe, pero la historia hubiera cambiado si ninguno de esos hombres hubiera hecho lo que ellos querían.
Esto lleva pasando años, ahora mismo una chica está sintiendo esa vulnerabilidad por cruzar al lado de un grupo de hombres que le miran de arriba a abajo. Las mujeres nos callamos, de nuevo por el que dirán.
Leí una vez una frase que tendríamos que interiorizar «Ser humano y mujer, ni más ni menos«. Para llegar a ser personas, a ser humanos iguales, primero se deben contar todas las historias de las mujeres heridas. Esas mujeres que han sido víctima de una injusticia solo por el hecho de ser mujer.
Lo único que se pide ahora es ser humano y mujer, igual que el hombre. Ser los dos humanos. Ser los dos, personas con humanidad.
Reflexiona
Si tienes una historia que contar, no te la calles. Piensa en cada segundo, en cada momento de esa historia para luego gritarlo a viva voz. Para llegar a la igualdad, primero tenemos que contar nuestra historia. Aquí os dejo una pequeña historia de la que espero que cada palabra y sentimiento os haga reflexionar.
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